Dead In The Water ►Kseniya.

La castaña, como siempre, estaba solitaria en una de las mesas más alejadas del comedor desayunando. Mientras comía, leía un libro bastante pesado –lo que se traduce a que ignoraba alevosamente a todos los de su entorno, porque no estaba de humor de hacer sociales con nadie–.  Si bien se llevaba bien con otras cuantas dhampirs de su clase, su cuerpo requería alimento antes de que funcionara correctamente, y definitivamente necesitaba comer una enorme cantidad,  para que así su sistema le proporcionara las endorfinas suficientes como para no ser cortante y fría como una daga con los demás. ¡Era simplemente una necesidad de su cuerpo, y no podía ignorarla! Tener hambre la pone molesta y más arisca de lo usual, sencillo.

Alzó la mirada un par de veces, solo para  observar como las mesas  a su alrededor comenzaban atestarse de estudiarse, y para saludar con la mano a unas cuantas compañeras que no la dejaban pasar desapercibida, puesto que la llamaban por su nombre. Negó con una pequeña sonrisa, y  entonces siguió sumergida en las páginas de ‘Eternidad’, libro que había empezado tres noches atrás. Estaba tan entretenida, que no notó a la moroi sentarse frente a ella, hasta el momento en que su mano no encontró el jugo de naranja que había estado bebiendo, al que estaba segura había dejado a su lado. Volvió a alzar la mirada para así encontrarse frente a  ella una sonrisa radiante y traviesa, y junto a eso, el jugo que buscaba.

Bufó, pero no pudo evitar sonreír de regreso, embelesada frente a Kseniya. ― ¡Dame eso acá! ―Le riñó, arrebatándole su jugo de las manos, a la vez que dejaba el libro sobre la mesa. Se aseguró de marcar  la  página en la que iba leyendo, antes de centrar su atención en su acompañante ― Supuse que dormirías hasta más tarde. ―Comentó acomodándose en su lugar.― O que no te vería hasta dentro de unas horas…―Continuó.

Las 'mañanas' de clase, para la muchacha moroi eran del todo tediosas, mas que nada porque nunca conseguia terminar de despertarse lo suficiente antes de que llegase la segunda clase, y por eso mismo, Kseniya era un tanto distraída cuando estaba con sueño, se la pasaba dibujando en sus cuadernos de apuntes florcitas y corazones, así como muchas otras cosas cuquis, sería una gran decoradora si aún no estuviera dentro de St. Vladimir y por ende tener que aprobar las materias para pasar de curso, incluso, en esas ocasiones, hasta el solitario vuelo de una mosca le parecía mucho mejor y mas entretenido que la clase de Bases de control elemental. Ella adoraba jugar con el viento que podía crear, sin embargo, la teoría le resultaba en extremo aburrida, y no era que la profesora no supiera dar la clase, solamente... quería mas de práctica y no tanto libro de texto que no ayudaba en mucho.

Además, luego de eso se le sumaba el hambre que le llegaba a dar, lo cual no era buena combinación: sueño + hambre = bomba de tiempo. Ksen no era una muchacha que se pusiera de mal humor con esas cosas pero tampoco era que le agradase demasiado morirse de hambre o de sueño.

Después de la cuarta vez que cabeceó, la muchacha escuchó la campana del recreo y eso significaba solo una cosa, el almuerzo. No se le antojaba sangre, solo tenía hambre, y de la buena. Juntó sus cosas rápidamente y dirigió sus andares distraídos de bailarina hasta el comedor, en donde seguro le esperaba una fila tremenda.

Sin embargo, sonrió ampliamente al encontrarse que no había tanta fila. Se puso allí para poder coger un omelet de queso, tomate y albahaca junto con un pudding de chocolate y un refresco. Pagó por su almuerzo y fue a ubicar su lugar. Al ver la mata de rulos de la morena amiga suya y futura guardiana, sonrió de medio lado.

Se la veía completamente abstraída y corría con ventaja por eso, le arrebató el jugo sin mas, riendo un poco, suavemente y casi en susurros, como niña que sabe que ha hecho una maldad y lo disfruta. - ¡No! - comentó entre risas, aunque después simplemente se lo tuvo que dar, sonriendole ampliamente - Ya quisiera, vaya, que esto de las clases tan temprano... - murmuró, ya que la vida nocturna de los Moroi era completamente al revés que la de los humanos. - Quiero vacaciones - mencionó mientras que cogía los cubiertos y cortaba un poco de su omelet, para saborearlo mientras comía.

La castaña abrazó su juguito como si se le fuera la vida en ello. De modo infantil, se lo llevó al pecho, como si así lo fuera a proteger de amenazas inminentes, y entonces le dio un sorbito, para luego volver a dejar el vaso sobre la mesa, al lado de los restos de su desayuno masacrado, del que solo quedaban unas cuantas migajas.― Agradece haber nacido Moroi en ese caso. ― Respondió alzándose levemente de hombros.  Rhea conocía gente remolona, pero no había nadie que le ganara a su acompañante. ¡Ya se sentía exhausta y la noche prácticamente recién comenzaba! A veces se le hacía imposible no notar la brecha enorme que las separaba. Y definitivamente, ella estaba del lado desafortunado de esa enorme grieta entre medio.

Evitó la mirada de su acompañante, y se puso a aplastar con su dedo índice, una minúscula migaja de uno de los croissants que se había comido minutos antes.― Cuando vivía con mi madre, yo para entrenar tenía que despertarme a las ocho. ―Comentó, como quien no quiere la cosa. Alzó la mirada, y a pesar de que se encontraba renuente a dejar que la rubia se le metiera bajo la piel, no podía evitarlo. ¡La condenada era condenadamente encantadora! Sonrió y asintió con la cabeza, leyéndole la mente incluso antes de que la menor le hiciera la pregunta.―Si Kseniya. A las ocho de la mañana. ― Añadió sonriendo. Se acercó más a la rubia solo para quitarle la cuchara que tenía a un lado, y entonces ponerse a juguetear con el cubierto, pasándoselo entre los dedos.

Bufó por sus últimas palabras. De verdad no entendía a esa joven.― Ksen, ni siquiera hace tanto que tuviste vacaciones… ― Replicó, rodando los ojos. ― Deberías sentirte afortunada por poder tener tanto tiempo libre y fines de semana para socializar con quien quieres, o fomentar tus hobbies.― Declaró. No quería ponerse a sí misma en el lugar de la víctima, peeero ella apenas tenía unas siete horas de sueño. A eso, se le sumaban entrenamientos exhaustivos, que no le dejaban energía ni siquiera para levantarse de la cama. Y a eso, se le sumaban las cinco horas de clase curriculares donde debía aprender materias que nunca le servirían, porque para ser sinceros ¿De qué sirve saber cuál es el logaritmo de siete mil ochocientos en base quince, a la hora de matar un Strigoi?  Porque definitivamente no lo vas a asesinar con un IQ elevado, y haciéndole preguntas de matemáticas, ¡No señor!

Salió de su mente, y dejó sus cavilaciones para volver al presente. Sonrió  como el gato de Chesire, y se acercó más a la rusa, bajando su voz ligeramente, señalando con la cuchara un destino inminente.― Si quieres, nos saltamos la última clase y vamos a los jardines así haces tus truquitos de viento. ¿Qué dices?― Preguntó, con una mueca diabólica en sus aniñados rasgos morenos.