Goodnight ►Phillipe.

Joder, joder, joder. ¡Mierda, mierda, mierda! ¿Quién la mandaba a meterse en estas situaciones? La razón de su paseo, era un tema del todo serio. Por lo general, la castaña no tenía filtro, y todo el que la conocía sabía que era demasiado sincera para su propio bien. Por eso, cuando Kseniya le hizo una pregunta un tanto… Personal, la canadiense contestó lo primero que se le vino a la mente, con las palabras más espontáneas y francas que tuvo. GRAN ERROR. Sin querer, hirió los sentimientos de la que sería su protegida, y, a pesar de que se disculpó alrededor de setenta veces, sabía que tendría que hacer bastantes méritos para que la perdonase. Sin embargo, lo que menos se esperó fue que la menor simplemente desapareciera. Si bien estaba preparada para que no le hablara, o que siguiera enfadada, nada la preparó para que se esfumara de la faz de la tierra de un minuto a otro: léase, que la rubia la evitase.

Al principio no se preocupó, se dijo que era una cosa de Morois caprichosos, y que se le pasaría. Pero, cuando pasó la tercer y cuarta hora, y no vio ni rastro de la rubia, su interior estaba en ebullición y a punto de escupir todo su sistema nervioso por la boca. Si algo le pasaba a Kseniya, la iban a despellejar viva y obligarla a ver. Lo sabía.  Es por eso que ni se molestó en asistir a su última hora y la salió a buscar. Luego de lo que se le hizo una eternidad caminando, Rhea estaba comenzando a sentirse demasiado inquieta y acosada mientras deambulaba sola por los alrededores  de St. Vladimir –los más alejados de la academia, cabe destacar– en busca de la Moroi. ― ¡Kseniya, vamos! No quise decir eso…― Declaró, esperando que por alguna especie de milagro, la rubia apareciese a su lado, lista para volver a su habitación.

Lo peor de todo, no era en si el estar sola, en medio de la fucking nada, buscando a la rubia. Lo peor de todo, es que no tenía ni una mísera ramita para protegerse. Y llámenla negativa, pero si se encontraba con algún enemigo, estaría literalmente jodida. Siguió caminando, prestando especial atención al viento, hasta que oyó el característico sonido de pasos no muy a lo lejos de donde se encontraba. Se apresuró, y se mantuvo en las sombras, esperando que fuera la rusa. ― ¿Ksen? ―Preguntó.

Muchas de las veces en que había andado por el bosque le habían dicho de aquella Academia donde se encontraban muchos de los alumnos que solían tener aquella sangre que tanto los llamaba a los de mi raza, y aunque en algun momento de mi vida, fuí un Moroi, todo ahora cambiaba completamente, todo hacía que en mi vida tuviese un vuelco, ya que mi existencia sería eterna, sin cambio alguno en mi cuerpo, y mi sed constante, mi corazon frío como el mármol y mis ganas de torturar intactas.

Phillipe se resumía en su carácter en un cabrón, un desgraciado sin sentimientos, un tipo que no se inmutaba a la hora de decir algo que pensase, de llevar a cabo sus deseos, tanto placenteros en lo sexual como en otros más psicopáticos aun, asesinar luego de beber la sangre sin parar de un ser....quitar la vida sin remordimientos.

Fue como entonces entre caminar y caminar llegó a los alrededores de dicha academia escuchando como alguien llamaba a la que seguramente sería una chica sola, sonriendo de lado aun caminando por la oscuridad, con sus ojos rojos sangre observando alrededor denota la figura de una Damphir, su aroma desde lejos se olía, para Phill, todos los tipos de razas olían distinto, era fácil poder identificarlos.

Fue así como poco a poco caminó hasta que se dejó ver por aquella mujer que al parecer estaba completamente desprotegida, una presa fácil aunque no la favorita para este strigoi, sin embargo nada se podía perder con acercarse y ver lo que podría hacer con esa chica desconocida hasta el momento para Phillipe, quien a pesar de que alguna vez en su vida si tuvo sentimientos, esta vez, se habían esfumado por completo.

Cuando divisó la figura del extraño a lo lejos, enseguida supo que no era Kseniya. Sin embargo, como una polilla hipnotizada por la luz, dio un par de pasos más, acercándose en busca de poder reconocer a su acompañante. Una pésima decisión –cabe aclarar–, otra de las tantas que llevaba Rhea en esa noche. Al acercarse, sus sentidos se agudizaron, y un escalofrío le recorrió la columna  vertebral, a la vez que cada pequeño pelillo de su cuerpo se erizaba. En esa milésima de segundo que le tomó reconocer que estaba junto a un Strigoi, completamente desprotegida, lo único que se le vino a la mente fue que en verdad no había querido decirle eso a la rubia. Y luego reaccionó y se dijo que, estaba muerta. Como, muerta-muerta porque no había manera posible en que llegara a salir ilesa de ahí. Podría luchar contra el rubio frente a ella, sí, pero no era difícil deducir quien ganaría: Él.

Tan lentamente como se acercó, comenzó a caminar hacia atrás, en un intento de poner la mayor medida de distancia que pudiera entre ella, y el vampiro que la veía con la misma expresión que tendría un Dhampir  frente a una enorme entrega  de McDonald’s. Esos ojos rojos la estaban asesinando con la mirada, y la expresión golosa, definitivamente no era nada que se considerase amigable.― Tu definitivamente no eres a quien busco… ― Dijo, maldiciendo su bocaza, con una risilla nerviosa. Antes de ser realmente consciente de lo que hacía, sus piernas  corrían en dirección a la academia, evitando los obstáculos en el suelo como toda una atleta profesional; Y arrojando hacia atrás toda cosa posible que se le cruzaba, en un intento desesperado de ralentizar al Strigoi, y salvarse el cuello.