She's thunderstorms | Rhea.

Filippa tenía muchos motivos para estar fuera de la cama cuando en verdad ya era hora de dormir y dejarse de molestar. Bueno, quizás no eran motivos ni eran muchos, pero aún así la pelirroja se encontraba en los terrenos de la Academia, vestida con su pijama color amarillo. Sí, estaba en pijamas al aire libre, y si por ella fuera también habría ido descalza pero aún le quedaba algo de cordura. Sus pies se deslizaban por el verde césped, y su cabello ondeaba detrás de ella mientras caminaba a paso lento. Quería hacer algo, quería divertirse por todo lo que se había aburrido estudiando durante el día. Y  por eso había llamado a Rhea, esa dhampir que la ponía de buen humor. Aunque a veces creía que la chica la odiaba y le pegaría una patada en el trasero que la haría volar, porque Filippa no podía mantenerse mucho tiempo con la boca cerrada y quieta en un lugar. Era un terremoto, y mientras se movía por los jardines, su cabeza iba a mil por hora, buscando una buena escusa y un plan que nadie pudiera rechazar. Aunque a esas horas y con tal oscuridad, no era fácil hacerse de una idea que sirviera.

Podrían jugar a algo, aunque nadie era tan cría como ella para aceptar eso, aunque no hablara de juegos para niños. Se mordisqueó el labio inferior, mientras se detenía al pie de un frondoso árbol. ─ ¿Y ahora qué? ─ murmuró para sí misma, a la vez que elevaba sus ojos hacia el cielo. Se intentaba convencer de que no había nada que ella no pudiera hacer, incluso ponerse en peligro de aquella forma manteniéndose fuera de su cama. Bueno, en ningún momento se le había ocurrido pensar que al estar ahí, alguien podía atacarla o cosas parecidas. Ahora no todo parecía tan buena idea como en un principio. ─ Uhm ─ frunció su naricita, haciendo a sus pecas resaltar más que de costumbre. Hundió las manos en la hierba, arrancando algunos gajos de césped mientras se debatía entre volver o quedase. Si elegía la primera, quizás con suerte cruzaría a Rhea en alguno de los pasillos. Bueno, eso si es que había aceptado seguirla en sus locuras, cosa que aún no tenía confirmada.

Si había algo que caracterizaba a Filippa, era que jamás se daba por vencida con las personas, ni siquiera consigo misma. Por eso era que aún mantenía su trasero sobre el suelo y su espalda apenas recostada en el tronco del árbol; y no había huido corriendo despavorida hacia el edificio al primer ruido sordo que había provenido de la nada. Seguramente había muchas cosas dando vueltas por allí fuera, y podía estar segura también de que no era la única estudiante fuera de la cama. Después de todo, era viernes, no podían prohibirle que se divirtiera. No había buscado nada ilegal, nada profanador. Digamos, que sólo un paseo.