Say something || Robert

Al abrir la puerta de casa me invadió la misma sensación que tiene un niño el día de navidad y aunque ese no siempre fuera un recuerdo de lo más agradable, al menos para mi, me gustaba pensar que así era. La navidad no siempre me había dado carbón del que no se podía comer. No, algunos años había tenido suerte y mis padres se habían dignado a pasarse por la tienda para comprarme unos calcetines a estrenar. No era gran cosa, pero al menos era algo ¿No? Por suerte, todavía no era navidad, eso significaba que no tenía que tenía que pasarme por la tienda a comprar regalos. Aquel día era más diferente, más único, pero aún así festivo. Era el cumpleaños de Robby.  Hacía mucho que no lo veía, pero como en cualquier fiesta, nos veíamos obligados a sentarnos frente a la mesa y comer la laboriosa comida que solo una niña de catorce años podía hacer. Sí, puede que su especialidad fueran los espaguetis con salsa de tomate, sin embargo, para mi, eran los mejores.

- Ya estoy en casa - Grite exhausta del largo camino. Todos corrieron a recibirme de lo más contentos y, por lo que pude ver en sus caras, también tenían la esperanza de que él atravesara la puerta conmigo, como si se tratara de un complot para hacer la mejor sorpresa del año. - ¿No esta aquí? - Realice la pregunta, simplemente para confirmar lo que ya sabía - No os preocupéis. Nunca ha faltado a su cumpleaños ¿Por qué iba a empezar ahora? - Trate de darles esperanzas, pero empezaba pensar que algo iba mal. Robert nunca había hecho esto. - Todavía queda una hora ¿Has hecho ya la comida, Charlotte? ¿No? Pues manos a la obra. Tu hermana te va a enseñar como hacer un plato en condiciones - Rete a la pequeña mientras me ponía cómoda y avanzaba con ella hasta la cocina - Seb, Anton. La mesa y no os olvidéis del cubierto de Rob porque va a venir ¿Me habéis escuchado? - Sonreí. Empezaba creer que mis palabras eran para convencerme a mi misma de lo inevitable - Va venir, va venir... - Susurre aquellas palabras como una oriacion mientras me ponia el delantal.


La mesa estaba puesta, la comida estaba preparada e incluida la tarta, que llevaba un gigantesco numero rojo en celebración de ese día. Aquel día era el mismo en el que se hacía todo nombre ante la ley, pero tambien era el mismo en el nos había dejado plantados. Escuche en silencio a mis hermanos que se quejaban de tener hambre, no era la unica, pero al menos Charlotte se mordía nerviosa las uñas.  Ya había perdido toda esperanza cuando escuche de unas llaves y luego, el sonido de la vieja puerta al abrirse.

No estábamos solos.

No había pensado lo difícil que sería, me acostumbraría, claro, sin duda, temía que hacerlo porque ya no había marcha atrás, lo que realmente me preocupaba era la reacción que tendrían al verme pero tenía que plantarme en frente de ellos y no acobardarme de la decisión que tuve que tomar, ¿era ahora o nunca? sabía la respuesta y estaba decidido.


Robert caminó el sendero a un paso lento, no por su falta de decisión o ganas, quería ir lo más rápido posible pero a sus pies le costaban trabajo seguir por aquel camino de tierra que lo llevaría frente a la puerta de su casa. Su cuerpo estaba cansado, con algo de dolor, no era para menos, el ataque que había sufrido no era cualquier cosa, había sido atacado por un vampiro, por un strigoi que a verlo a metros no había tenido ni la mas mínima compasión y ahora su cuerpo estaba adaptándose al cambio. Vagas imágenes se formaban con mucha rapidez en su cabeza, imágenes que parecían haber sido de hace mucho pero el ataque había afectado su mente; colmillos, sangre, mucha sangre era lo que más aparecían dentro de su cabeza pero luego se concentro y el camino que lo llevaba a su casa pudo verse con mejor claridad: Parecía oscuro, por culpa de la noche, a cada lado se podían observar plantas y árboles y hasta al final del camino se asomaba una gran casa iluminaba. Llegó el momento, fue lo único que pensé.

Minutos después subió los peldaños de las escaleras, la puerta de la entrada estaba en sus narices, metió una de las manos al bolsillo del pantalón y sacó las llaves con delicadeza, temía que pudiera romperlas ahora con esa fuerza ajena que tenía desde ahora hasta toda la eternidad. Fue de un momento a otro donde abrió al puerta. La iluminación invadió sus ojos ahora de un rojo intenso y desde el momento del ataque hasta ahorita no sabía con exactitud como estaba su aspecto, sobre todo su ropa, que parecía algo sucia y su camisa con manchas de sangre, que descuidado, pensé y no quería imaginarse la reacción de sus hermanos al verle la piel,  él mismo con solo ver sus manos pálidas sabía que se llevarían un gran susto. Levanté la mirada de mis manos y observe la mesa en donde estaban sentados, recibiéndome para festejar mi cumpleaños, festejo que se vendría abajo ahora mismo. Pasé la vista en cada uno hasta dejarla en Simone

—¿Si… Simone? —Pregunté queriendo romper el silencio tan incómodo que crecía con el paso de los segundos.

Tenía que ser fuerte, de mostrar aquel carácter como siempre lo había hecho hacia ellos. Mi sembraste se puso serio y levanté la mirada. Seguro de mi mismo.