I lift my hands and pray || Aura

Cualquier persona que conociera un mínimo a Davina la consideraría Atea y que solamente iba a la iglesia los domingos que obligaban los profesores de la escuela. Era una persona que amaba el libertinaje, que no respetaba las reglas divinas y que vivía para los placeres. Sin embargo, todos se equivocaban. Davina creía en Dios, pero creía a su manera. Dudaba que un ser superior se aburriera tanto como para castigar a los mortales por algún que otro pecadillo que cometieran en la tierra, al fin y al cabo, siendo Morois lo tenían relativamente fácil para pasarse al 'lado oscuro', convertirse en Strigois y causar estragos por la tierra. ¿Los castigaría una vez muertos por haberse mantenido fieles a la luz?, lo dudaba mucho. De tales formas, tampoco es que Dav fuera una gran feligresa que visitara todos los días la Iglesia o hiciera donaciones millonarias, pero, de vez en cuando, acudía para buscar paz.

Ese día era una de esas ocasiones. Quería relajarse, conectar con su yo interior, dejarse llevar por un buen rato, olvidar las preocupaciones de su familia, olvidar que vivían en constante peligro con los Strigoi, sentirse como si fuera una chica normal y corriente y no un miembro de la realeza Moroi, quería ser Davina, simplemente.

El taconeo de sus zapatos era el único sonido que perturbaba la paz del lugar. Estaba desierto, justo como quería. Faltaban unas horas para que los Moroi fueran a acostarse por lo que habría una y mil actividades sociales a las que acudir, nadie acudiría a ese lugar. O casi. Casi escondida entre unos bancos, Davina detectó sentada a una Moroi que conocía bastante bien, Aura. Se acercó sin prisa.

- Vaya, vaya, ¿Pidiendo por ser la más popular Aura? ¿O porque te regalen un cerebro nuevo bonita?. - Sonrió maliciosamente. Lo cierto es que la pelirroja no le caía mal, pero era de carácter tan sumamente diferente al suyo que nunca habían logrado congeniar y en muchas ocasiones Davina la usó como blanco de bromas. - ¿O tal vez es para que te den un poco más de valentía?. - Se sentó a su lado. No había querido compañía, pero ya que estaba Aura no iba a desaprovechar la ocasión.

No es que Aura acudiera con demasiada regularidad a la capilla, pero en ocasiones y a sabiendas de que no se solía llenar si no era un domingo, asistía sólo por el puro placer de estar a solas un rato  tener la certeza de no encontrarse a nadie. Lo raro era que alguien decidiese acercarse a rezar o a pedir algo, o simplemente a observar las imágenes y el decorado.

Paseó lentamente por el lugar hasta que decidió dónde se sentaría y así lo hizo. Se aplanó el vestido un poco y entrelazó las manos mientras recorría el techo con la mirada imaginándose si alguna de aquellas esculturas cobrarían vida mientras los demás dormían y montarían un fiesta allí dentro. Rió sola ante la ocurrencia comenzó a juguetear con los pies hasta que escuchó una voz conocida junto a ella. La reconoció al instante, Davina. Aquella chica, la hermana de Damien, se había dedicado a acosarla y a molestarla durante sus años en St Vladimir, siempre con malas palabras y crueldades. Aunque Aura nunca supo el por qué, terminó por convertirse en una costumbre no sólo para ella, sino también para muchos más.

-Hola Davina -saludó cortesmente sin moverse ni un ápice para mirarla. No vio necesario responder a lo que la chica le decía, estaba segura de que lo hacía para llamar la atención, a menudo la gente de la realeza lo necesitaba. -Creía que no solías venir mucho por aquí -dijo en un susurro y le sonrió.

El primer fallo que cometía Aura era el ni tan siquiera molestarse en alzar la vista a ella. Davina no podía soportar no ser el centro de atención cuando siempre lo había sido. Quizá eso fuera lo que en un primer momento le molestó de Aura. Iba de mosquita muerta por la vida y aún así llamaba la atención sin ningún esfuerzo, quizá por su melena roja, o tal vez por esa carita de niña inocente que tanto atraía a los hombres, pero lo cierto es que Davina se había llegado a sentir realmente amenazada por la Badica. Podrían haber llegado a ser amigas después de todo si en algún momento le hubiera sacado las garras y contestado en una de las muchas veces en que se metió con ella, pero no, era como si no le afectara lo que la castaña tenía que decirle. Si ya lo decían, era peor la indiferencia que un odio injustificado.

Se cruzó de brazos. - ¿Qué pasa Badica, ahora ya ni te atreves a mirarme a la cara? ¿Tan cobarde eres? - Espetó burlona buscando una reacción por su parte. Resopló ante sus siguientes palabras. - Creías mal. ¿Es que una chica como yo no puede creer en Dios?. - Una sonrisa de medio lado se formó en su cara. Davina se dejó caer gracilmente al lado de la Moroi. - ¿Y tú? ¿Crees en Dios? - La miró curiosa. - ¿Hay algo en este mundo que llegue a afectarte realmente Aura?. - Frunció el ceño. En muchas ocasiones se había echo precisamente esa pregunta, Aura se le antojaba como un ser etéreo, quizá demasiado pura para habitar en un mundo lleno de sombras. Muy inocente, en algún momento tendría que despertar y sinceramente le gustaría estar allí para ver su reacción. - ¿Cómo has sido capaz de aguantar que tanta y tanta gente te hayamos rebajado una y otra vez y ni siquiera habernos gritado una?.